jueves, 8 de octubre de 2015

Reflexiones en el pasillo del Juzgado de Familia

         Estoy en los Juzgados de Familia de Madrid esperando a mi cliente. Pasan muchas personas junto a mí, caras tristes, angustiadas o rígidas.

        Sentada frente al ascensor he descubierto que al abrirse la puerta hay una décima de segundo en la que el rostro refleja exactamente cómo se siente esa persona, expresión que de forma automática cambia al adelantar el pie para salir del ascensor.


         De repente se abre la puerta y aparece una niña de unos seis años de edad, cogida de la mano de su mamá mientras habla contenta con ella; sonríe espontánea al ver a su papá, "¡Papi!", la niña salta a sus brazos.


         Observo que a la madre le cuesta soltar la mano. Ambos padres empiezan una lucha verbal mientra sonríen forzosamente "la niña se va a sentar conmigo", "la niña ha venido conmigo y se sienta conmigo", y cada uno toma a la niña de una mano. Finalmente cada uno se sienta en un lado y la niña con su papá. 

        Pero los ojos de la niña ya no sonríen. Pese a las sonrisas forzadas de los padres, la niña ha entendido lo que pasaba.


       No dejemos que los niños tengan que decidir entre uno y otro, tengamos más empatía con los pequeños.

5 comentarios:

  1. Gracias por compartir esto. Demasiados adultos no nos damos cuenta del daño que hacen nuestras actitudes y palabras a los niños

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  2. Gracias por compartir esto. Demasiados adultos no nos damos cuenta del daño que hacen nuestras actitudes y palabras a los niños

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  3. Los niños siempre son los rehenes de los intereses personales de los padres, es lamentable la poca protección que tienen.

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    1. Es cierto, máxime cuando la ley se supone que tiene que velar siempre por su beneficio. Debemos cambiar la sociedad para mejorar la situación.

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