martes, 28 de agosto de 2018

CUANDO DIGO -NO- Por Luis Arribas de la Rubia



“¡Cuando te digo que no es que no!” Era una frase muy escuchada en las familias y colegios hasta bien acabado el siglo XX. Hoy el modelo de crianza ha cambiado esencialmente.

El modelo anterior cuidaba no tanto de valores como la empatía hacia el niño/a como de hacer valer las normas. Estas al ser impuestas con una carga afectiva pequeña o nula, la norma llegaba fría y muy limitante. Este recuerdo quedó así en el sustrato inconsciente de los que ahora somos padres e intentamos crear un nuevo modelo donde la escucha, la empatía y el permiso parecen ser la urgencia. “No queremos que nuestros niños sufran como nosotros sufríamos cuando nos dejaban al amparo de un frío NO! o porque lo digo yo y basta!” me relata el padre de un pacientito.

La periodista de un conocido periódico, Berta G. de Vega, publica recientemente un artículo donde ha dado en llamar a las actuales generaciones de “blanditas” y despliega todo un arsenal de citas de autores donde se demuestra, en contrapunto a la sobre-protección contra ese “sufrimiento” interno, que las generaciones que más se han tenido que enfrentar a dificultades madurativas más éxito laboral y personal han tenido en su etapa de adultos.

Y ¿porqué este dato? Sencillamente porque como niños permite desplegar todo un marco de manipulaciones para conseguir ese difícil objetivo. Esto estimula a la mente en fabricar estrategias y trabajar la imaginación. Sin embargo el NO llegaba aun más impositivo y frio que antes.
Bien es cierto también, como demuestra la biología, que la piel que ha sido expuesta a la herida o las inclemencias despliega recursos que la hacen más fuerte.
Visto así los niños al caerse no esperan que alguien los vayan a levantar, efectivamente, en cambio sienten la angustia de salir rápido ante la depredación inmediata de las risas de sus compañeros o patadas de los abusones.

¿Dónde está el equilibrio?, ¿cual sería el nuevo paradigma educativo?. No nos alarmemos tanto con la llegada de esta generación tan blandita, pues es la respuesta natural a la generación dura que la precede. Es más una cuestión de comprender que es tiempo de reaccionar nuevamente a tanta laxitud educativa.

En el escenario de la vida existen normas al uso que, de no ser respetadas, ponen en peligro la integridad física, emocional y psíquica de la persona.
Por esta razón decimos a los pequeños/as eso de “abrígate que hace frio o mira bien a los dos lados antes de cruzar la calle”... El problema surge cuando el riesgo no entraña un peligro físico, entonces aflojamos y dejamos que la ilusión de los pequeños por descubrir no sea frustrada.
Hemos visto cómo es el miedo a que nuestros hijo/as sufran la raíz por la que muchos adultos responsables optan por relajarse decir “No hagas eso” cuando indirectamente están diciendo “si lo haces, no te diré nada”.
De tal modo que pueden ver películas o entrar a videojuegos donde hay violencia, al igual que mensajes sexuales y un largo elenco de opciones sólo procesables por los adultos, y que a un adolescente o niño le amenazan con destruir o contaminar su natural proceso madurativo. Ahí surge rápido la cuestión parental que dice “No pasa nada...si yo pude pasarlo y aprendí el/ella también”.

Fijémonos ahora en esta paradoja; Les llevamos la cartera hasta el cole, sufrimos más que ellos al dejarlos allí, nos enojamos con la profesora que simplemente les puso un limite claro de convivencia o salimos veloces a su rescate al mínimo síntoma extraño. Sin embargo permitimos que se creen perfiles en redes sociales inadecuadas, jueguen a juegos violentos, vean fotos y animaciones de claro contenido sexual o violencia...
Perece que sólo lo físico nos preocupa, que coma bien, que no lleve sobre peso en la espalda y sobreviva a las inclemencias del tiempo.

¡NO! mis queridos papás y mamás, un NO con una básica explicación no es traumática, no es fría. Es más traumático ese desamparo emocional de darles tanta libertad sin hacerles saber el riesgo emocional que corren. Los límites tienen la potencia de orientar, organizar y regular los diferentes contextos sociales y emocionales del niño, por tanto son necesarios.

Después de casi 15 años en consulta infantil, he podido ver que un alto porcentaje de niños que llegan rebeldes, autoritarios pero perdidos y con mucho miedo dentro a no saber qué hacer en el fondo, si no les ponen un freno. Finalmente sienten un gran alivio al estrés y angustia con la que llegan a verme al hacerles comprender la razón de los límites.

Hablamos de las relaciones con los amigos, con los maestros, los desencuentros con sus padres y al hacerles ver donde están los límites y el porqué de estos, el alivio da paso a una sonrisa por amistad y cariño. Viene a ser algo así como “Gracias por enseñarme a cuidarme...” Ya no se sienten desamparados, solos. Yo me pongo serio con ellos, sí. Pero mi NO tiene presencia, miga, lógica y apoyo a la vez. Comprenden que es porque me interesa que aprenda, no tanto que no sufra. Eso es construir un vínculo sano.

Resumidamente, igual que el bebé no puede ver al nacer no le hacemos ver fotos de sus papás, no tiene dientes y no le damos un filete o no puede andar y no le ponemos en el suelo a caminar. De igual modo los niños no saben que es andar o mirar dentro de esta sociedad si no le aportamos valores y patrones de conducta, así les sepa a un plato de verduras.

Que nuestros hijo/as necesitan las herramientas para auto-regularse y estas no llegan sanas si no les ayudamos, y por tanto ser un buen padre pasa por permitir el llanto por ejemplo, pero si al final le contenemos y reorientamos. Si bajamos la tasa de sobrepeso infantil regulando sus dietas aunque no les guste...y así sucesivamente.

Luis Arribas de la Rubia
Psicoterapeuta Infantil

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